La vida es una maldita parodia
Nos montamos sobre las tablas, con las máscaras puestas, mostrando las emociones que se supone debemos sentir, ocultando lo que realmente somos, y ¿sabes qué querido público? Asi la obra es mas fácil de representar, pretendiendo que jugamos a las muñecas, pero con la diferencia de que en este juego sí perdemos.
Sube el telón y alli estamos, repitiendo el ensayo que nunca ensayamos pero que nos sabemos por inercia, o como les gusta llamarlo a ellos, sentido común. Los espectadores rien, lloran, se conmueven, y como Aristoteles señala que es lo correcto, los heroes muere y la audiencia experimenta catarsis; eso que, cuando el telón cae, es como una mezcla entre orgasmo y placebo.
Caminamos, con el vestuario que corresponde, porque todo, absolutamente todo esta planeado. Volamos guindados del techo con cables maquillados. Nos encandilamos con las luces de un sol falso. Mentimos y nos destruimos por dentro preguntandonos por qué no podemos ser felices fuera del escenario y el diálogo escrito miles de años antes de nuestra existencia.
Pues porque el mundo esta demasiado jodido para ser feliz y la vida no es más que una parodia de drama interminable.