Ella y su Bar

Entró al bar. La oscuridad de la noche entraba por las ventanas pero la iluminación de las pequeñas lámparas de techo era agradable. Por eso y más a ella le gustaba ese bar en particular, no era el mas conocido ni prestigioso de la ciudad, pero las historias de ese bar (incluyendo la suya) eran de las más interesantes. Se sentó en la barra, colocando su cartera sobre las piernas y sacando un cigarrillo de ella. La música de fondo sonando suavemente y el olor a tabaco creaban ese ambiente que a ella tanto le gustaba. El barman se acercó y la saludó como de costumbre, ofreciéndole lo que siempre bebia, y tras asentir con la cabeza y soltar un comentario como “nunca lo olvides o dejare de ser cliente regular”; abrazó el vaso de vodka con limón entre sus dedos y prendió el cigarrillo.
Ella no recordaba cuando había sido la última vez que no había pasado una noche del fin de semana en su bar (si, era suyo, su presencia era suficiente), pero lo cierto era que nunca habia llegado acompañada a él; y sin embargo, en eventuales ocasiones, no se marchaba sola. Ella era tanto como para el barman como para los otros clientes regulares del bar, todo un misterio. Era muy buena para conversar, pero en un bar como ese, los clientes regulares nunca tocaban muy a fondo el tema de su vida personal. Las conversaciones se limitaban a anécdotas, discusiones de libros y peliculas, y otra cantidad de cosas vanales. No era un bar para grupos de amigos tomando hasta no poder mantenerse en pie, era un bar para noches solitarias y conversaciones superficiales de barra. Ella agradecía mucho tener algún lugar a donde ir sin verse obligada a entablar conversaciones casuales con conocidos, pues en el bar solo establecia conversaciones de pocas palabras con desconocidos.
De vez en cuando continuaba la velada cruzando las puertas del bar. Ella observaba a todas y cada una de las personas que desfilaban por el pasillo que corria de la puerta a la barra: si eran clientes regulares trataba de adivinar como pasaron su semana solo con mirar sus rostros; en caso de ser clientes no regulares, adivinaba de donde venían y quienes eran; y en ambos casos, imaginaba qué los llevo hasta alli, que buscan del bar, que pretenden encontrar en las profundidades del alcohol y el humo de los cigarrillos.
Los clientes regulares eran hombres que no querian llegar a casa, mujeres solitarias en busca de esos viajeros entrando por las puertas, esperando que uno de ellos sea su principe azul. Y claro, habia gente como ella, buscando tranquilidad en ese ambiente lleno de ella. Pero nadie mas allí era como ella. De hecho nadie más en el mundo era como ella. Ella, sentada en esa barra, no llamaba la atención pero su aspecto solitario y misterioso provocaba curiosidad. Su sonrrisa no era sensual, pero su mirada es de las que no quieres quitar los ojos de encima. Ella buscaba en el bar más que unos cuantos tragos de vodka, ella no le temia a la soledad, era feliz sentada en esa barra, sin nadie a los lados, sin llamar la atencion, fumando sus cigarrillos y observando a los extrangeros y clientes regulares. Ella pasaba sus noches alli, sin compartir su historia, sin emborracharse, sin deprimirse, sin pensar de más en su vida. Ella lo era todo y nada en el bar.
Esa noche nadie le habló, nadie más que el barman. Era normal, la epoca del año no era propicia para alojar viajeros en la ciudad, y nadie (aparte de los clientes regulares) cruzó las puertas del bar esa noche. Se marchó tan sola como llegó, unas pocas horas despues de la media noche, mucho antes del amanecer.

¿Alguno de ustedes tiene un lugar como el bar? En donde pueden ser y no ser. En donde la soledad no les importa. En donde su escencia flota por el lugar.