Un tipo frustrado en mi cerebro

Estás en lo que piensas ser el peor momento de tu vida. Nunca te habías sentido tan desafortunado(a), crees que todo lo malo y triste que podría estar pasando se hizo presente durante el mismo período de tiempo. Duermes hasta el medio día, te sientes débil, no comes, lloras. Estás tan deprimido. La vida te dio la espalda y la felicidad una patada. Te llenas de desesperanza, no tienes ganas de nada. Es allí cuando sientes culpa. Sabes que el mundo es injusto, que millones mueren de hambre, que otros más se despiden del mundo cada día, pero allí estás tú, pensando que pasar por la peor etapa de tu vida es razón para quejarte, para sentirte miserable. Y sientes culpa al darte cuenta de que respiras, pues le estás robando el aire a otros que sí tienen ganas de vivir y sueños para cumplir.

Maldita culpa.

En mi cabeza se dibuja en un cuerpo masculino, allí vive

frecuentemente gritándole a mi desesperanza cosas terribles:

“¡Eres patetica! ¡Vete!

¡Aquí no hay lugar para ti! ¡Ella tiene que vivir!”.

La culpa es poderosa y grita con todas sus fuerzas,

y vaya que es fuerte.

Por un momento su fortaleza (y el hecho de que tiene razón)

te convence.

La desesperanza sale corriendo atemorizada;

y la culpa, triunfante,

se va a resolver otros asuntos,

como ir a gritarle a la lujuria,

esta respresentada en mi cabeza con forma de mujer

(muy sexy por cierto);

la culpa le grita:

“¿Por qué?! ¿Por qué te apoderaste de su cuerpo?

¿Por qué hiciste que lo engañara a él?!

¡Quien es tan bueno con ella!

La culpa te convenció de que es egoista caminar por la vida estando deprimido(a) y aprovechas que la desesperanza salió corriendo para mirar la vida con otros ojos. Si eres fuerte, cambiarás el llanto por la sonrrisa, el dormir por el despertar, el no comer por banquetes y la debilidad por la fortaleza. Si no eres muy fuerte, la desesperanza estará lejos solo por un rato. Pero la verdad, así seas fuerte o no, no dejarás de sentir esa nostalgia que no te deja pensar con claridad. Tal vez no sea por causa de los gritos de la culpa que decides cambiar el llanto por la sonrrisa y el dormir por el despertar. Tal vez sea todo lo contrario. Puede ser que sonrriendole a la vida y agradeciendo que estás es mejor posición que muchos otros sea la única solución para que la desesperanza no solo corra sino que desaparezca. De cualquiera de los dos modos (y no se cual es el verdadero), la culpa gritando por allí te hace sentir como un maldito desgraciado. Maldito porque el pesimismo es una maldición. Desgraciado por no apreciar.

¡La culpa no es un tipo agradable!

Y cuando uno es un egoista

que lo único que hace sobre este mundo

es robar aire

a los que mueren y a los que si quieren,

la culpa no es suficiente,

es solo un tipo frustrado más en mi cerebro.