Son una via, una posibilidad, un mounstruo de concreto. Una aplicación humana de comodidad. Una facilidad, una vía de comunicación. En la vida, nos vemos cruzando puentes constantemente, para bien o para mal.
Son además, una transición. O tal vez no son eso, pero eso representan. Un cambio de locación, que no tiene que ser exactamente un asunto de espacio. Puede ser un cambio de etapa, de sentimiento, de geografía, de opinión. En mi caso, me la paso cruzando los puentes de las emociones. En mi ser hay un sistema complejo de puentes y pasadizos comunicados entre sí, que cruzo constantemente buscando habitaciones de estabilidad.
A veces los cruzamos sonámbulos, o inconscientes de alguna u otra manera, así sea cegados o anulando los sentidos con mentiras o falsedades inducidas o creadas. Caminamos sin darnos cuenta de que nuestros pasos nos dirigen hacia lugares en donde no queremos estar. Como si los puentes tuviesen una correa de esas que hay en los aereopuertos que se mueven solas. Otras veces vamos y venimos por impulsos, con los sentidos alertas pero sin pensar en las consecuencias o en las razones reales.
A veces los cruzamos decididos a que del otro lado conseguiremos algo mejor. Los cruzamos con pasos rápidos y decididos. Otras veces sabemos que del otro lado hay algo mejor pero, estamos asustados. Nos olvidamos de que el puente tiene barandas de seguridad en los lados. Por alguna razón, lo que hay abajo nos aterra. Lo que hay abajo del puente puede ser lo que sea: el infinito, agua fria, la desgracia, concreto, la muerte. Al menos eso es lo que podemos pensar que hay, un vacio emocional, la nada.
Yo, a veces, prefiero lanzarme. Nadar por esas aguas empapandome de vacio para llegar al destino. Tal vez así, lo aprecio más. Cabe destacar, que el puente tampoco ofrece experiencias llenaderas. Es la etapa de confusión entre un lugar y otro. Hay puentes largos como el demonio y puentes cortitos, pero realmente, lo que importa es qué tan rapido camines para llegar.
A veces los cruzamos pensando que lo que hay del otro lado es lo que buscamos, y cuando llegamos, caemos en cuenta de que hay que dar media vuelta y regresar. Pero no hay que devolverse derrotado, porque así como es importante saber lo que se quiere, es importante tambien saber lo que NO se quiere (y esa es una lista más larga y dificil de determinar). Nos decepcionamos, creíamos estar en el puente correcto, en el camino indicado, pero nuestros sueños pueden cambiar en el camino, pues el puente, es terreno imparcial.
A veces quedamos paralizados en cierto punto del camino. Y no hay nada peor que ese punto. Pues el puente no es lugar para establecerse. Hay que seguir caminando. A veces es mejor ir hacia adelante, a veces es mejor devolverse. El puente es eso, un puente, un lugar para pasar de un sitio a otro. Mientras mas tiempo nos quedemos parados (o sentados, acostados, e incluso, arrodillados) en el puente, más dificil sera retomar el camino. Quedarse en medio del puente es un tormento, pues no se está ni en un sitio ni en otro. La confusión se adueña del ser, y realmente, ya no se sabe lo que es, pues el SER y el ESTAR son verbos intimamente relacionados. Allí, parado en el puente, es cuando podrás darte cuenta de que tienes la suficiente fortaleza para enfrentar y sacarle el dedo medio al puente y continuar, corriendo, hacia el lado que toque ir.
En fin, a veces caminamos tanto que nos cansamos. A veces desesperamos y pensamos en devolvernos (a veces es lo mejor) pero la desición llega de una u otra manera. A veces nos rendimos, nos quedamos dormidos en el piso del puente. A veces nos cegamos y caemos por la baranda; pero encontramos en algún momento, la manera de volver a superficie. Toda la cuestión de los puentes y las transiciones son un desastre.
¿Qué opino yo? Pues que tenemos derecho a caminar, a pararnos, a sentir, a querer, a aterrarnos, a nadar, a vivir.